Beatos Dionisio de la Natividad
y Redento de la Cruz
Mártires de nuestra Orden.
Celebración: 29 de Noviembre.
Dionisio de la Natividad
Muy joven se dió a la navegación, viajando por España, Inglaterra y América.
En 1619 llegó a la India, donde como Cosmógrafo y capitán de navío del rey de Francia y de Portugal, se distinguió por su valor y compromiso.
El 1635, encontrándose en Goa (India), aconsejado del Acompañante Espiritual, P. Filippo della SS. Trinidad, ingresa con los Carmelitas descalzos, donde profesó y recibió el sacerdocio el 24 de agosto del 1638.
En el 1638 el Vicerey, Pietro da Silva, envió al sultán de Achèn (Sumatra) al embajador Francisco de Souza de Castro, que quería consigo al P. Dionisio como guia espiritual y como experto del mar y de la lengua malesa.
-llamado antes Tomás Rodríguez da Cunha- vino al mundo en Paredes Portugal, el 15 de Marzo de 1598.
Emitió sus votos como hermano laico en el mismo convento de Goa el 1615.
El padre Dionisio y el hermano Redento dejaron Goa con la delegación el 25 de septiembre de 1638 y después de una afortunada travesía llegaron a Achèn (Sumatra) el 25 de octubre, por mandato de sus superiores.
Al principio fueron recibidos con muestras de disimulada alegría, pero más tarde los hicieron prisioneros con toda la delegación.
Dionisio, con Fr. Redento, fueron maltratados más que el resto y tentados para que renegaran de la fe católica y se hicieran musulmanes. Después los condenaron a muerte.
Fr. Redento murió de los primeros, mientras que Dionisio, queriendo confortar a los demás, prefirió sostener el martirio por último. Lo mataron de un golpe de espada que le dividió la cabeza en dos partes.
Ambos, con su firmeza de la fe, recibieron la corona del martirio por su inquebrantable adhesión a Cristo en las inmediaciones de la ciudad de Achén, Sumatra (India Oriental), el 29 de noviembre de 1638.
El 10 de junio de 1900, fueron beatificados de León XIII.
Oremos: Señor Dios nuestro, que concediste a los mártires Dionisio y Redento el honor y la gracia de dar su vida por el nombre de Cristo; infúndenos tu gracia, ya que somos débiles, y a ejemplo de aquellos que murieron por ti con valentía, haz que sepamos mantenernos fieles para dar testimonio de tu amor con nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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