Celebración: 04 de mayo
MÁRTIRES CARMELITAS ESPAÑOLES DEL SIGLO XX
En las provincias de España, Memoria Obligatoria
Del común de Mártires
El Carmelo Teresiano celebra hoy la memoria de los
beatos mártires carmelitas descalzos del siglo XX en España. Es
un grupo numeroso de 42 mártires carmelitas descalzos que
sufrieron el martirio durante la persecución religiosa de la guerra
de 1936. Entre ellos hay varios grupos: el P. Eufrasio del Niño
Jesús en Oviedo, el P. Eusebio del Niño Jesús y otros 15
carmelitas descalzos de Toledo, el P. Lucas de San José y otros
13 carmelitas descalzos en Barcelona y el H. Ángel de San José
y otros 10 carmelitas descalzos en Tarragona, beatificados en
2007 y 2013. La Iglesia nos invita a recordar que la vida eterna
es nuestro destino definitivo, destino del que disfrutan ya los
mártires del siglo XX de nuestro país, cuya Memoria litúrgica
celebra la Iglesia en España en el día 6 de noviembre.
Oficio de lectura
SEGUNDA LECTURA
De las cartas de san Cipriano, obispo y mártir
(Carta 6,1-2: CSEL 3, 480-482)
Los que deseamos alcanzar las promesas del Señor
debemos imitarle en todo.
Os saludo, queridos hermanos, y desearía gozar de estar
presencia, pero la dificultad de entrar en vuestra cárcel no me lo
permite. Pues, ¿qué otra cosa más deseada y gozosa pudiera
ocurrirme que no fuera unirme a vosotros, para que me
abrazarais con aquellas manos que conservándose puras,
inocentes y fieles a la fe del Señor han rechazado los sacrificios
sacrílegos? ¿Qué cosa más agradable y más excelsa que poder
besar ahora vuestros labios, que han confesado de manera
solemne al Señor, y qué desearía yo con más ardor sin estar en
medio de vosotros para ser contemplado con los mismos ojos,
que, habiendo despreciado al mundo, han sido dignos de
contemplar a Dios? Pero como no tengo la posibilidad de
participar con mi presencia en esta alegría, os envío esta carta,
como representación mía, para que vosotros la leáis y la
escuchéis. En ella os felicito, y al mismo tiempo os exhorto a que
perseveréis con constancia y fortaleza en la confesión de la
gloria del cielo; y, ya que habéis comenzado a recorrer el camino
que recorrió el Señor, continuad por vuestra fortaleza espiritual
hasta recibir la corona, teniendo como protector y guía al mismo
Señor que dijo: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo.
¡Feliz cárcel, dignificada por vuestra presencia! ¡Feliz
cárcel, que traslada al cielo a los hombres de Dios! ¡Oh tinieblas
más resplandecientes que el mismo sol y más brillantes que la
luz de este mundo, donde han sido edificados los templos de
Dios y santificados vuestros miembros por la confesión del
nombre del Señor! Que ahora ninguna otra cosa ocupe vuestro
corazón y vuestro espíritu sino los preceptos divinos y los
mandamientos celestes, con los que el Espíritu Santo siempre os
animaba a soportar los sufrimientos del martirio. Nadie se
preocupe ahora de la muerte sino de la inmortalidad, ni del
sufrimiento temporal sino de la gloria eterna, ya que está escrito:
Mucho le place al Señor la muerte de sus fieles. Y en otro lugar:
El sacrificio que agrada a Dios es un espíritu quebrantado; un
corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Y
también, cuando la sagrada Escritura habla de los tormentos que
consagran a los mártires de Dios y los santifican en la prueba,
afirma: La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos
esperaban de lleno la inmortalidad. Gobernarán naciones,
someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos eternamente.
Por tanto, si pensáis que habéis de juzgar y reinar con Cristo
Jesús, necesariamente debéis de regocijaros y superar las
pruebas de la hora presente en vista del gozo de los bienes
futuros. Pues, como sabéis, desde el comienzo del mundo las
cosas han sido dispuestas de tal forma que la justicia sufre aquí
una lucha con el siglo. Ya desde el mismo comienzo, el justo
Abel fue asesinado, y a partir de él siguen el mismo camino los
justos, los profetas y los apóstoles. El mismo Señor ha sido en sí
mismo el ejemplar para Lodos ellos, enseñando que ninguno
puede llegar a su reino sino aquellos que sigan su mismo ca-
mino: El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a
sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. Y en
otro lugar: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no
pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el
fuego alma y cuerpo.
También el apóstol Pablo nos dice que todos los que
deseamos alcanzar las promesas del Señor debemos imitarle en
todo: Somos hijos de Dios —dice—y, si somos hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que
sufrimos con él para ser también con él glorificados.
RESPONSORIO (S. Cipriano, Carta 58)
R/. Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras
luchamos por la fe. * Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan
plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por
Cristo.
V/. Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un
espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega.
R/. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar
bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.
ORACIÓN
Que la oración de tus mártires carmelitas nos valga,
Señor, en tu presencia, y nos dé la fortaleza necesaria para
confesar con firmeza tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo.