Beata Elías de San Clemente


Beata Elías de San Clemente
(1901-1927)Carmelita Descalza
Celebración: 29 de Mayo

Breve reseña: La beata Elías de San Clemente nació en Bari, el 17 de enero de 1901, de padres profundamente cristianos. Fue bautizada con el nombre de Teodora, don de Dios; tal fue, de nombre y de hecho, en el breve arco de su vida terrena. El 8 de abril de 1920 (fiesta de San Alberto, autor de la Regla Carmelitana) entró en el Carmelo de San José de Bari. Recibió el hábito religioso el 24 de noviembre del mismo año, en el día de la fiesta de San juan de la Cruz. El 8 de diciembre de 1924 escribió con su sangre el acto de ofrecimiento total y definitivo al Señor, con el voto de "lo más perfecto". Murió el día de Navidad de 1927.

Beatificada en Bari (Italia) 18 de marzo de 2006


Tercera hija de los esposos José Fracasso y Pascua Cianci, la nueva Beata nació en Bari el 17 de enero de 1901 y, a los cuatro días, fue bautizada con el nombre de Teodora en la iglesia de Santiago por su tío don Carlos Fracasso, capellán del cementerio. Recibió la confirmación en 1903 de manos de monseñor Julio Vaccari, arzobispo de la diócesis.


Su familia vivía entonces en la plaza de San Marcos y se mantenía con los ingresos del padre, maestro pintor y decorador edil, el cual, alrededor de 1929/30 con grandes sacrificios abrirá un negocio para la venta de barnices y colores. Su madre se ocupaba de las faenas domésticas.


Considerados ambos como óptimos cristianos practicantes tuvieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron en tierna edad. Representaron un punto seguro de referencia en su crecimiento humano y espiritual para los cinco hijos que quedaron en vida (Prudencia, Ana, Teodora, Dominica y Nicolás).


En 1905 la familia se transfirió a la calle Piccinni, a una casa que tenía un pequeño jardín, en la cual la pequeña Teodora, a la edad de cuatro o cinco años, afirmó haber visto en sueños a una bella "Señora" que se paseaba entre las filas de lirios florecidos, y que después desapareció al improviso con un haz de luz, y a la cual prometió hacerse monja de grande, una vez que la madre le había explicado el posible significado de la visión.


Teodora, mandada al asilo de las religiosas estigmatinas, prosiguió los estudios hasta el tercer año de primaria. El 8 de mayo de 1911, después de haber hecho una larga preparación, recibió la Primera Comunión; la noche precedente sueña a Santa Teresita del Niño Jesús quien le predice: "serás monja como yo". Después frecuentó el taller de costura y de bordado en el mismo Instituto.


Entra a formar parte en la asociación de la Beata Imelda Lambertini, dominica con una acendrada piedad eucarística; pasará enseguida a la "Milicia Angélica" de san Tomás de Aquino. Reunía periódicamente a las amigas en la habitación de la casa para hacer meditación y orar juntas, para leer el Evangelio, las Máximas Eternas, la Imitación de Cristo, los 15 sábados de la Virgen, las vidas de los santos y sobre todo la autobiografía de santa Teresa del Niño Jesús.


Este comportamiento y su benéfico influjo en las otras compañeras no pasaron desapercibidos a una de sus maestras, sor Angelina Nardi. Mientras tanto, la no bien definida vocación religiosas de Teodora comenzaba tomar una dirección bajo el consejo del P. Pedro Fiorillo, O.P., su director espiritual, que le introdujo en la Tercera Orden Dominica, en la cual, admitida como novicia el 20 de abril de 1914 con el nombre de Inés, hizo la profesión el 14 de mayo de 1915, con dispensa especial por su joven edad.


Teodora, durante los años difíciles de la guerra 1915-1918, encontró una infinidad de ocasiones para ampliar más allá del ámbito familiar y de sus amistades, su campo de apostolado, de catequesis y de asistencia, dando libremente desfogue a su ardiente deseo de hacer bien al prójimo.


Hacia el fin de 1917, Teodora decidió dirigirse al padre jesuita Sergio Di Gioia para pedir consejo, el cual convertido en su nuevo confesor, decidió encaminarla, después de cerca de un año, junto con la amiga Clara Bellomo, futura Sor Diomira del Divino Amor, al Carmelo de san José, de la calle De Rossi, en Bari, al que se dirigieron ambas por vez primera en diciembre de 1918.


El 1919 fue un año de intensa preparación espiritual en vistas al ingreso en el monasterio, bajo la guía prudente e iluminada del P. Di Gioia.


La nueva Beata entró en comunidad el 8 de abril de 1920 y vistió el sagrado hábito el 24 de noviembre del mismo año, asumiendo el nombre de Sor Elías de San Clemente. Emitió los primeros votos simples el cuatro de diciembre de 1921: "Sola a los pies de mi Señor Crucificado, lo miré largamente, y en aquella mirada vi que El era toda mi vida". Además de santa Teresa de Jesús, tomó como guía a Teresita del Niño Jesús, siguiendo el "caminito de la infancia espiritual donde me sentía -afirma la Beata- llamada por el Señor". Hizo la profesión solemne el 11 de febrero de 1925.


 Su camino, desde los inicios, no fue fácil. Ya en los primeros meses del noviciado había tenido que afrontar con gran espíritu de fe no pocas dificultades. Pero el verdadero problema surgió después de que la Madre Priora, Angélica Lamberti, en la primavera de 1923, nombró a Sor Elías maestra de encaje a máquina en el centro de educación para jovencitas junto al Carmelo; la directora, Sor Paloma del Ss. Sacramento, de carácter autoritario, severa y poco comprensiva, no veía con buenos ojos la bondad y la gentileza con que Sor Elías trataba a las educandas, y, después de dos años, la hizo apartar de su oficio.

 Siempre rigurosamente observante de las Reglas y de los actos comunes, la nueva Beata transcurría largos ratos gran parte de la jornada en su celda, dedicada a los trabajos de costura que se le encomendaban, continuando incluso a disfrutar de una gran estima por parte de la Madre Priora, que la nombró sacristana en 1927. En esta dolorosa prueba le sirvió de gran consuelo el P. Elías de san Ambrosio, Procurador General de la Orden de los Carmelitas Descalzos, que la había conocido en 1922, con ocasión de una visita al Carmelo de san José, y con el cual la joven mantuvo una edificante correspondencia epistolar sacando un gran provecho.

Afectada en enero de 1927 de una fuerte gripe que la debilitó mucho, Sor Elías comenzó a acusar frecuentes dolores de cabeza de los que no se lamentaba, y que soportaba sin tomar ninguna medicina.

Cuando, algunos días antes de Navidad (el 21 de diciembre), Sor Elías comenzó acusar también una fuerte fiebre y otras molestias, lo consideraron que se trataba de uno de sus habituales malestares; pero la situación se hizo cada vez más preocupante. El 24 de diciembre la visitó un médico, quien aún habiendo diagnosticado una posible meningitis o encefalitis, no consideró la situación clínica particularmente grave, por lo que solamente la mañana siguiente fueron convocados a la cabecera de la enferma dos médicos, los cuales desgraciadamente constataron la irreversibilidad de sus condiciones.

Sor Elías de San Clemente se apagó a las 12 del 25 de diciembre de 1927. Hizo su entrada en el cielo en un día de fiesta, como lo había predicho: "Moriré en un día de fiesta". El arzobispo de Bari, Mons. Augusto Curi, celebró el funeral al día siguiente en presencia de los familiares de la Sierva de Dios y de tantísima gente que vino para visitar la finada.

La joven Carmelita dejó en todos un nostálgico recuerdo, y también una gran enseñanza: es necesario caminar con gozo hacia el Paraíso porque es el "punto omega" de todo creyente.



          Oficio de lectura

SEGUNDA LECTURA
De los escritos de la beata Elias de San Clemente, virgen
El deseo de perderse en Dios y el celo apostólico

Oh dulce escondimiento, quiero pasar mis días a tu
sombra y consumir así mi existencia, por amor de mi dulce
Señor... Algunas veces, pensando en aquellas eternas
recompensas, tan desproporcionadas a los triviales sacrificios de
esta vida, mi alma queda totalmente sorprendida y, arrebatada de
un ardiente anhélito, se lanza hacia Dios, exclamando: “Oh mi
buen Jesús, quiero llegar a la meta cueste lo que cueste, al puerto
de salvación. No me niegues nada, dame sufrimiento. Que éste
sea el martirio más íntimo de mi pobre corazón, oculto a toda
mirada humana: yo te pido una cruz desnuda. Reclinada en ella,
quiero pasar mis días en esta vida”.

Cuando se sufre con Jesús, el padecer es gozar; me
consumo por sufrir amando, fuera de esto no quiero ya nada.
Amado mío, ¿quién podrá separarme de Ti jamás? ¿Quién será
capaz de romper estas fuertes cadenas que tienen atado mi
corazón al tuyo? ¿Tal vez el abandono de las criaturas?
Precisamente es esto lo que une el alma a su Creador... ¿Tal vez
las tribulaciones, las penas, las cruces? Es a través de estas
espinas cuando el canto del alma que te ama es más libre y más
ligero. ¿Tal vez la muerte? Pero ésta no será sino el principio de
la verdadera felicidad para el alma... nada, nada podrá separar, ni
tan siquiera por breves instantes, esta alma de Tí. Ella fue creada
para Ti y está fuera de su centro si no vive abandonada en Tí.

Mi vida es amor: este néctar suave me rodea, este amor
misericordioso me penetra, me purifica, me renueva y siento que
me consume. El grito de mi corazón es: “Amor de mi Dios, mi
alma busca solamente a Tí. Alma mía, sufre y calla; ama y
espera; inmólate y esconde tu inmolación bajo una sonrisa, y
siempre adelante... quiero pasar mi vida en un profundo silencio
para escuchar en lo íntimo del alma la delicada voz de mi dulce
Jesús.

Buscaré almas para lanzarlas al mar del Amor
Misericordioso: almas de pecadores, pero sobre todo almas de
sacerdotes y religiosos. Con esta finalidad mi existencia se
apagará lentamente, consumándose como el aceite de la lámpara
que arde junto al Tabernáculo”. Siento la vastedad de mi alma,
su infinita grandeza, que no basta la inmensidad de este mundo a
contenerla: ella fue creada para perderse en Tí, Dios mío, porque
Tú sólo eres grande, infinito y por tanto Tú sólo la puedes hacer
plenamente feliz.

RESPONSORIO (ICo 7.34; Sal 72,26)
R/. La mujer sin marido y la soltera * Se preocupan de los
asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma.
V/. Se consume mí corazón por Dios, mi lote perpetuo. * Se
preocupan.

Benedictus, ant. ¡Cuán suave, Señor, es tu amor! Perdida en Ti,
vivo feliz para siempre.

Magníficat, ant. Tu amor, Oh Dios, me ha consumido como
fuego en la hoguera ardiente de tu Corazón.

ORACIÓN: Oh Dios, que aceptaste complacido la oblación que te
hizo de sí misma la beata Elías de San Clemente, virgen,
concédenos, por su intercesión, que, alimentados con el Pan
Eucarístico, cumplamos fielmente tu voluntad. Por nuestro
Señor Jesucristo.



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